¿Qué es la turismofobia?


La turismofobia es un fenómeno que ha comenzado a tomar fuerza en las investigaciones de algunos antropólogos;  y se refiere al resultado ocasionado por la mala planificación de los destinos turísticos y que ha venido a reflejar sus efectos gracias a las grandes cantidades de turistas que llegan a las ciudades, que acarrean con ellos más problemas que soluciones.
Por lo tanto, podemos resumir que la turismofobia es el temor, aversión o rechazo social que sienten los ciudadanos locales de un destino hacia los turistas.
Este fenómeno se está presentando principalmente en Europa en destinos como Barcelona (España), Venecia y Cinque Terre (Italia), Santorini (Grecia), Ámsterdam (Países Bajos).
Podemos decir que un destino turístico atraviesa por 5 etapas (euforia, apatía, molestia, antagonismo y rendición):
En un principio los turistas son bien recibidos en el destino, incluso representan una novedad (euforia) y cambio positivo en la dinámica de la ciudad, hasta que comienzan a ser tan comunes que hay cierta apatía hacía ellos o indiferencia, resultando en molestia por el agobio que representan para la ciudad. Las últimas dos etapas (antagonismo y rendición), forman parte del fenómeno turismofobia, pues es donde se empieza a experimentar un rechazo hacia las consecuencias del exceso de visitantes y que podría terminar en una rendición donde no haya más solución que aceptar que la transformación del medio local es inevitable.
España es uno de los destinos predilectos para millones de personas y parece que el sistema no soporta tal afluencia. Hoteles llenos, playas a rebosar, calles atestadas de cámaras de fotos, poca tranquilidad y, en ocasiones, una agitada vida nocturna. Esos son algunas de las consecuencias de los desplazamientos incontrolados, que, como se está viendo, no siempre tienen una respuesta cívica:
En Barcelona, el 30 de julio de 2017, cuatro encapuchados cortaron el paso de un autobús turístico, con decenas de turistas dentro, pincharon una rueda y pintaron «el turismo mata a los barrios» en la luna.
- El 22 de julio de 2017, activistas con pancartas y bengalas asaltaron un restaurante y varios barcos atracados en el muelle Moll Vell de Palma como protesta contra lo que ellos denuncian como «turismo de élite, turismo masivo que destruye Mallorca y condena a la clase trabajadora.
- En San Sebastián, Pais Vasco, las juventudes de la izquierda abertzale Ernai, anunciaron campañas de protestas y sabotajes, con carteles y pintadas.
Pero... ¿Por qué ahora? 
La razón parte de la base de que las protestas no son contra el turista como persona, sino contra el sistema, que ha dado indicios de no estar preparado para soportar el peso constante de viajeros. Y no solo eso, sino que no convierte las inversiones realizadas por quienes vienen en prosperidad: el turismo reporta beneficios, pero las quejas llegan cuando esos no se saben utilizar correctamente.
Y hay otra preocupación: el cuidado de la naturaleza. El auge del turismo provoca más urbanización en zonas que no están ni preparadas ni en un enclave propicio para ella. Tiene por tanto efectos sobre los ecosistemas. Esto tiene especial relevancia en las zonas costeras, sobre todo en las islas: Ibiza, Mallorca, Tenerife, Menorca...Son destinos cada vez más concurridos en los que las ofertas hoteleras superan con creces a cualquier otro tipo de actividades.
La turismofobia, por tanto, no solo se ha convertido en un elemento de respuesta ante la turistificación, sino que además está siendo utilizada por la clase política para abrir un conflicto ideológico. Eso sí, hay muy pocas medidas concretas.
En Barcelona se aprobó una polémica medida que paraliza la apertura de nuevos hoteles en las zonas más turísticas de la ciudad y algunas adyacentes. Baleares por su parte sí ha dado más pasos en firme. Ha promulgado una ley sobre alquiler turístico que acaba de entrar en vigor y que, entre otras medidas, un duro castigo para quienes alquilen de forma ilegal una vivienda a los turistas. Asimismo, ha decidido limitar las plazas turísticas: 623.000 como máximo. 
Opinión personal: 
Hay que mimar y cuidar a los turistas porque son una fuente de riqueza, de empleo y de prosperidad, por ello tenemos que cuidar el turismo, no ahuyentarlo. Aunque también debemos tomar las medidas necesarias para evitar que este mismo suponga un desgaste para el propio patrimonio o la sociedad, siempre debe haber de por medio un respeto hacia el local y a su tierra. Por ello, se debe fomentar una educación y respeto hacia el cuidado general de los lugares a los que visitamos y a su gente.



Bibliografía:





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